Escuela de Ayudantes y Capataces Facultativos... Mieres

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candilexa
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Escuela de Ayudantes y Capataces Facultativos... Mieres

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PRESENTACIÓN

Escuela de Ayudantes y Capataces Facultativos de Minas de Minas. Mieres del Camino (1913-1936)


No es descubrir ningún nuevo mediterráneo afirmar que el mundo de la industria – en este caso las ramas de minería y siderurgia – es proteico y de suma complejidad. En razón a lo precedente su tratamiento e interpretación puede efectuarse desde muy variados y diferentes prismas de visión, siendo tarea muy difícil, yo diría que imposible, abarcar estos temas con mirada caleidoscópica, capaz de recoger la totalidad del conjunto, con la consideración de abarcar su multiplicidad y los cambios experimentados en el tiempo.

Asturias, después de dos siglos de actividad industrial, en el ocaso final de su minería y en fase de languidecimiento siderúrgico, no ha sido una excepción en la hipótesis anterior. El hecho minero-siderúrgico ha sido abordado – de modo único en la práctica – bajo aquellas perspectivas más simples en el recabamiento de información. El estudio de estos ramos ha sido realizado bajo visiones económicas, empresariales o sociales y no solo a ellas responde. Básicamente, estos puntos de vista conforman la escasa literatura escrita en nuestra región sobre siderurgia y minería, son muy escasas, prácticamente nulas, las aportaciones a dichos temas realizados bajo pareceres diferentes. En particular no existen trabajos específicos que analicen el ciclo industrial de la región bajo una visión netamente técnica, si exceptuamos algunos trabajos de Adaro y otras escasas aportaciones que, en momentos determinados, observan bajo estos principios. Otra falta que se denota inmediatamente es la carencia de relatos sobre el día a día de determinadas funciones, la inexistencia de escritos que traten la actividad directa de los implicados en el proceso productivo, referencias, todas ellas, que al añadir visiones parciales pero específicas de su minimundo de actuación permitirían enriquecer, sin duda, el conjunto.

Todo lo dicho ha generado, en mi criterio, una interpretación parcial y sesgada del tema y, sobre todo, incompleta del mismo, al obviar la aportación técnica al desarrollo de la actividad. Tal parece, al leer la documentación existente, que minas y fábricas fueren ejecutadas por empresarios y obreros, sin necesitar la presencia de técnicos que proyectaran y canalizasen los trabajos pertinentes.

Hace un cuarto de siglo cuando por razones que no vienen al caso y ya explicadas en su día, adquirí el firme propósito de estudiar la trayectoria de la Escuela de Capataces de Mieres, componente fundamental e indispensable del desarrollo industrial asturiano, percibí inmediatamente lo expuesto en le párrafo anterior: la función técnica, vital para dicho desarrollo, no recibía la consideración y peso debidos, en el tratamiento histórico de la industria asturiana. Esta injusta e inadecuada valoración sirvió de motivación para comenzar a recoger documentación e iniciar el proceso de estudio sobre las biografías de ingenieros, capataces y técnicos en general que habían participado, en mayor o menor medida, en el desenvolvimiento de la industria regional. A la par me permitió ir matizando el proyecto de obra que tenía en mente.

Otro hecho que denoté al poco tiempo de dedicarme a estas tareas fue la escasa documentación que sobre la temática general existía en archivos y bibliotecas asturianas, amén de la dispersión de los posibles fondos documentales. A esta primera dificultad se añadía, y esto era mucho más grave, que para la cuestión específica que trataba de abordar, el archivo histórico de la propia Escuela de Capataces no disponía de fondo alguno relativo al siglo XIX. Obligado señalar que por causas imputables al mismo: las vicisitudes corridas por la Secretaría del centro en Octubre de 1934 y la guerra incivil, los traslados de fondos dentro del recinto de la Escuela y los sucesivos cambios de asentamiento habían producido un expurgo de los mismos y su destrucción directo en algunos casos.

No hay duda que la dificultad agudiza el ingenio, es decir, nos obliga a meditar sobre la cuestión objeto de nuestro interés. Consideré que como el centro mierense dependía directamente de la Escuela de Ingeniería de Madrid, debería enviarle determinada documentación para su aprobación o reparos. Como ésta, a su vez, estaba subordinada a la Dirección General de Minas, también podrían aparecer en sus archivos material de la Escuela de Capataces. Las disquisiciones anteriores me llevaron a la realización de varios viajes a la capital de España, en búsqueda de las fuentes que en Asturias no existían. Resultado de mis pesquisas y rastreos por archivos y bibliotecas madrileños, congeniados con una dosis significativa de fortuna, me permitió conseguir, al fin, en el Archivo General de la Función Pública de Alcalá de Henares, las fuentes documentales inexistentes en Asturias. Este material conformaría el corpus básico del primer tomo de esta historia. El proyecto inicial comenzaba a materializarse.

Otro logro importante debo consignar de mis excursiones capitalinas. Como es sabido, la Escuela de Capataces de Asturias comenzó su actividad docente en 1855 mas su gestación duró siete décadas. Iniciadas las gestiones para su implantación por Jovellanos, alcanzarían un final feliz, en la fecha indicada, gracias a los esfuerzos de Schulz. El tratar de conocer los pormenores de tan luenga génesis me indujo a profundizar en el estudio de la metalurgia y minería del siglo XIX, tan importantes en el desarrollo industrial español. El primer resultado de estos trabajos sería la publicación digital (inédita en papel) Antecedentes próximos de la Escuela de Capataces de Asturias, en 2004, en el que se incluían numerosas aportaciones de Schulz al tema, hasta aquel momento desconocidas. Quiero agradecer aquí, públicamente, a Luis Bernaldo de Quirós el interés y celo que puso en la edición de esta obra: gracias a él, a su trabajo, consiguió que yo no enviase al traste mi actividad investigadora, es decir, que si aquí estoy hoy con Vds. es debido a la generosidad de esta persona. Una nueva consecución de este período. En mis rastreos por las bibliotecas con fondos antiguos y archivos (Histórico Nacional) de la capital, obtuve nueva documentación desconocida de Schulz que vería la luz poco más tarde en publicaciones de carácter nacional - Miscelánea Guillermo Schulz (1805-1877), editada por el IGME en 2005 – que me fueron abriendo puertas entre los investigadores especializados en estos temas y haciéndome más sencillo el camino posterior. Este tiempo sirvió, también, para acercarme a Adrien Paillette, otro gran precursor de la minería y siderurgia asturiana, de quien preparo una monografía a lo que espero dar final próximamente.

Mas es obligado no derivar hacia otras cuestiones y volver al tema fundamental: la historia de la Escuela de Mieres, a la través de sus ciento cincuenta años de existencia.

Para estudiar el tema, conforme a la conceptuación y proyecto que me había hecho del mismo, no era suficiente considerar únicamente los aspectos legislativos y reglamentarios y el discurrir de la Escuela a lo largo del tiempo, tal como se suele realizar en las monografías al uso. Esta visión era alicorta y no cubría las expectativas que me había marcado al respecto. Si bien el tratamiento de estos asuntos era necesario, debían enriquecerse con el estudio, en la medida de mis posibilidades, de las biografías de profesores y alumnos (tanto en la actividad escolar como profesional), al objeto de mostrar la relevancia de las numerosas personalidades que durante determinados segmentos vitales habían concurrido a sus aulas o impartido docencia en las mismas. Trataba, así, de recuperar del olvido a numerosos personajes, que en diferentes entornos de actuación, jugaron un papel importante en el desarrollo industrial de nuestra región o en otros aspectos de la vida comunitaria. La historia de los técnicos mineros y siderúrgicos está sin escribir y merece la pena ser relatada. Mi aportación, en la medida de mis cortas fuerzas y medios, propende a abrir una puerta en este campo, en la ilusión y esperanza que personas más cualificadas que yo, lo abarquen en el futuro, bien en su aspecto general, bien en el tratamiento de personalidades individualmente.

Otra cuestión cuyo tratamiento consideraba obligado, concernía al asociacionismo profesional. Soy de la opinión que la mejor y más exacta valoración de un colectivo proviene del estudio y análisis de su actividad grupal, de su desarrollo como tal, de los medios y acciones dirigidos a tal finalidad. La suma de criterios y opiniones individuales sobre cualquier tema objeto de tratamiento, la discusión del mismo, los acuerdos (o desacuerdos) adoptados y la posterior puesta en acción reflejan meridianamente el sentir colectivo, su max-media, y representan la postura del conjunto ante una situación determinada. La actividad de los facultativos mineros no ha tenido una existencia fácil, ha sido necesario, en diversos momentos históricos, superar dificultades y barreras importantes que se oponían al desarrollo profesional. En consecuencia me parecía conveniente plasmar en mi trabajo las preocupaciones, intereses y avatares temporales de los profesionales del ramo, en la casi plena seguridad de que serían el más útil indicador del colectivo en su totalidad, la mejor auscultación de su estado conjunto.

En el primer tomo de esta obra dediqué un epígrafe (Orígenes de un Colegio) al asociacionismo, narrando la prehistoria de esta temática, los primeros y balbuceantes pasos dados en aquellos tiempos a esta finalidad. Es en este segundo volumen cuando el tema adquiere la importancia precisa para ser considerado en profundidad y al mismo dedico dos capítulos. El primer movimiento asociativo de peso se produce en 1912, con la creación de la Asociación general de Facultativos de Minas, Hornos y Máquinas de Asturias, que, con diversas denominaciones, perdurará hasta el final de la guerra incivil en nuestra región. Debo decir, al respecto, que en su tratamiento se denotan algunas lagunas, debidas a la escasa documentación existente, los cuales no han podido ser resueltas pese a mi paciente investigación en archivos, bibliotecas y rebusca en la prensa de la época.

Parece momento oportuno, una vez expuestas las coordenadas que guían mi trabajo, hablar un poco sobre el libro que hoy se presenta.

El segundo tomo de Una historia de 150 años, con el título de Escuela de Ayudantes y Capataces Facultativos. Mieres (1913-1936), abarca el ciclo comprendido entre 1913, año en que las Escuelas de Capataces, cambian su nombre y titulación por el de Escuela de Ayudantes mineros, donde merecida satisfacción a una vieja aspiración de esta clase profesional, hasta Julio de 1936, inicio de la guerra fraticida e incivil que asoló España y generó el segundo cierre temporal del centro – el primero en 1871 -, durante los dieciséis meses que se prolongó la contienda en nuestra región.

Comienza la obra con dos capítulos dedicados al estudio y análisis del devenir minero y siderúrgico en este ciclo y su peso en el contexto económico y social de Asturias y de España. En su tratamiento se consideran los hitos históricos de mayor relieve, que jalonaron la vida de la provincia, y , asimismo, las consecuencias generadas por estos hechos. Es comúnmente admitido que nuestra región, en estos años, es campo de experimentación de nuevos criterios sociológicos, avanzada social española, terreno donde se dirimen las diferencias de posturas entre patronal y sindicatos, y, sobremanera, cuna, fermento y sustento de la revolución de Octubre de 1934, albor anunciador de la guerra incivil.

Y la Escuela – en particular a partir de la muerte de su Subdirector, Antonio Durán Walkinshow, en los sucesos de Octubre -, no es una excepción, no puede sustraerse a los efectos de dicho influjo. A pesar del régimen reglamentario, en el que las coordenadas de orden y disciplina son de carácter prioritario, y la exquisita corrección con que se desarrolla el contacto profesor-alumno, tanto unos como otros no pueden eludir la influencia general, debida al estado de las cosas. Las formas se mantienen mas la realidad existente implica situaciones más complejas que los meramente formales. Estos capítulos introductorios sirven, sin duda, como pórtico más adecuado para comprender y estimar en su verdadero significado algunas de las cuestiones afrontadas posteriormente.

El núcleo fundamental y vertebrador de la obra, está compuesto por dos partes bien diferenciadas y un complemento final.

La primera de ellas estudia el periodo datado entre 1913 y 1925. En él, la Escuela estrena nuevos Reglamento y Plan de Estudios (1913), a la vez que sus egresados reciben una nueva titulación (Ayudantes Facultativos), que satisface las aspiraciones del colectivo, motivo de continuadas reclamaciones por parte de sus profesionales. Es un ciclo de consolidación del centro, siguiendo las pautas marcadas por Jerónimo Ibrán en su momento, en el que prima la normalidad y convierte a la Escuela en la institución de la especialidad norte de la misma y centro más afamado de España.

La segunda parte abarca desde 1925 hasta la guerra incivil que, como ya se ha dicho, generará el segundo cierre temporal de la Escuela. Se inicia con la R.O. 20/4/1925, que determina un nuevo Plan de estudios, cíclico, que, después de una breve andadura, se saldará con un rotundo fracaso. Vueltas las aguas a su cauce natural, el R.D. 13/11/1930 pondrá punto y final al plan anterior y será origen de un nuevo Plan de Estudios y Reglamento, prácticamente definitivos hasta el final de la titulación, tres décadas después. En el transcurso de este ciclo, reseñar, como hechos de carácter general más significativos, la ignominiosa y gratuita afrenta que se propina al colectivo profesional con la sustitución del título vigente (Ayudantes), por el anterior a 1913 (Capataces Facultativos); y la creación de las Escuelas de Vigilantes mineros, en dependencia directa de las Escuelas de Capataces Facultativos. Esta fase se caracterizará por la inestabilidad legislativa, no recuperando la normalidad académica hasta la llegada de la República.
En ambas partes, siguiendo la tónica premarcada por el autor, se narrarán las modificaciones legislativas, las vicisitudes de todo tipo por las que atraviesa el centro, su devenir diario, a la vez que se incluyen en su desarrollo datos sobre profesores y alumnos, tanto en la actividad escolar como en su trayectoria profesional y social. Obligado recordar la constitución del patronato Adaro y los premios de idéntico nombre, creados para honrar a estudiantes distinguidos por su trayectoria escolar.

Como complemento de todo lo anterior se añade un apéndice con la relación de todos los titulados por la Escuela de Mieres, en el periodo objeto del libro. En la citada relación se incluyen fecha de nacimiento, naturaleza, titulación alcanzada y año de la misma. En los casos que he podido recoger alguna circunstancia personal se añaden los datos obtenidos sobre su actividad profesional y social.

Los dos últimos capítulos, como ya se señaló, se dedican a esbozar una historia de la Asociación en estos años. Resaltar la reducción que implica la casi total carencia de fuentes documentales, por cuya razón insto a las entidades pertinentes a una campaña en pro de recabar el material que pueda existir en manos privadas.

En libros como el presente es fundamental el acopio de gran cantidad de documentación, datos, para poder hacer posible su elaboración. En este caso numerosas instituciones y personas, con sus aportaciones orales, escritas y de material fotográfico, han permitido constituir el corpus documental preciso, el soporte necesario para su redacción. A todos ellos mi agradecimiento más sincero; sin ellos hubiera sido imposible escribir esta obra.

Aprovecho la oportunidad para mostrar mi gratitud al Colegio de II.TT.MM. de Asturias por su generoso patrocinio que cubre parte importante de los costos de edición y hace posible su publicación. En el mismo orden a Alberto Vilela, editor de la obra, que, amén de su mecenazgo al cubrir el resto del riesgo económico, ha colaborado en la materialización del libro con una ilusión e interés superior al del propio autor.

Como nota final, agradecer a los presentadores que me acompañan en esta mesa, su trabajo, cuyos elogios considero en su mayor parte inmerecidos y fruto de la amistad que nos une, y cuyos consejos y matizaciones procuraré adoptar en el futuro.

Y a Vds. por su presencia, acompañándome en este acto.

A todos, gracias, muchas gracias.

Luis Jesús Llaneza González

Más información: http://lucesenlasminas.blogspot.com
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